Brebajes

lunes, 15 de octubre de 2012

La danza de la sal.




Por un sendero desconocido se aventuró a hundirse un joven hipocampo. Entre saltitos llegaba al fondo del coral y desaparecía entre el pentagrama marino. De vez en cuando visitaba las ruinas antiguas del castillo del rey de las medusas, así podía recorrer galaxias en unos cuantos días.

La conquista de los enigmas era un reto ciego,  que penetraba en la mente del hipocampo. Sus ojos se acostumbraron a ver entre la oscuridad del océano. Un día de navegación nocturna descubrió un portal secreto, entre las algas se hallaban justo a 55 leguas del castillo medusa.

La primera vez que entró cambió por completo su panorama. Nadando junto a las tortugas en plena danza cayó a las algas, sentía una caída una extraña huida del espacio líquido. Así pasó algunas horas en un estado de plasma recorriendo colores a cada hora, buscando llegar al límite del abismo entre dimensiones descubrir la simetría del círculo.

El silencio se va lentamente y llega el pánico, no había más agua y se ahogaba, gritaba y nadie sabía que lenguaje hablaba, los colores se fueron, el azul desapareció, estaba en un cosmos desierto, perdido en plena selva de agujeros negros, ya no podía danzar.

Recorrió lentamente el camino, buscando el litoral nebular, había dejado atrás el agua y para refrescarse comenzó a llorar, fue un proceso salado aprender a moverse en la plataforma no caer en los hoyos y a pesar de todo sonreírle a las órbitas.

Llegando a la frontera del péndulo encontró una anémona de fruta marina, un magnifico oasis en medio del tenebroso desierto. Era hora de pintar un nuevo milenio y empezó a florecer a su lado estrellas con pétalos de esperanza, hermosos colores que solo se veían en octubre.

Navego entre las estrellas descubriendo a cada paso cometas brillantes, pasaron algunos días o noches o tal vez milenios, recorriendo el espacio. Marino tripulante chispeante aventurero. Una vez cuando dormía en un Partenón lunar, soñó con su arrecife y extraño las burbujas y su dulce canto sinfonía de sirenas.

Recorrió de nuevo el sendero hasta llegar al punto exacto donde apareció en el cosmos, distinguió una constelación equilátera y se coloco justo en el vértice. Chispeante viajo a la dimensión marina, entre la profundidad de la tierra y su reflejo azul turquesa. Llegando a casa trazo un mapa con los próximos destinos a los que viajaría ahora esta exhausto por tanto bailar, se recuesta en una casa de perlas mientras come lentamente una fruta de mar.

Suki Mars 
Oct 2012



miércoles, 3 de octubre de 2012

El vértice de los enigmas



Suki Mars
1 Oct 2012


Creo en el universo flotante, en un abismo de iridiscencia de mil colores burbujeante. Siento que este cuerpo trasmuta hacia el vértice de los enigmas. Miro como pasa la naturaleza con su alma de mil colores, se detiene un segundo sobre mis chakras. Escucho una melodía de serpientes, un alucinante cascabel venenoso terremoto de ideas.
Respiro el sol naciente de la mañana, con las pupilas perdidas entre la nítida plata sumergida en el éter. Reencarno en una mariposa que va volando sobre la selva, y al sonido de la sitara danzo en un baile de místicas ruinas. Camino así con las alas fosforescentes. Desvanezco el credo de lo desconocido. 

Comparto el néctar divino de la mar de jade en llamas. Transformo los universos en pequeñas gotas de cristal humeante, en auras turquesas veo  flotando el viento y al sonido del colibrí escarlata se baja el telón del acido acto. Sueño con el difunto emperador de la Atlántida una vez más entre difracciones la cicatriz del agua desnuda mi cuerpo con espuma marina.

Acelero el ritmo del crepúsculo, entre naves montañosas se pierde el eco de las fogatas. Columpio mis manos hacia el péndulo del destino, hacia la caverna de la luna.
Soy una pantera de colores un felino de fuego, cómplice de una estrella esmeralda bañada por el nocturno amanecer del rocío. Tripulante mística del firmamento. Bebo así la copa infinita del veneno de la mantarraya.  Caracoles borrachos de océano. Persigo  el ancestral libro de recuerdos sin tiempo.  
Termino siempre viajando por dimensiones, fumando un litoral de aventuras, amo el dulce olor de la incógnita, el aire  de cada planeta. Conozco tantos viajeros que siento que yo también viajo con ellos en espíritu. Con unas alas inmensas que emergieron de la sepultura del abrazo. Es muy pequeño el centro del ego basta con caminar entre la naturaleza para saber que hay un mundo lleno de posibilidades, destinos fractales, un misterio de naturaleza que vibra y llama desde lejos.