Saber que la lluvia quema,
fragmenta el corazón y cae como granizo. No es un alivio esa tormenta de palabras, cala como el frío de la
indiferencia. Disfraz que cubre a la multitud vibrante. Gritos que se exhalan
en forma de fuego, queman lentamente la estática acongojada de la jaula de
cobre.
Mensajera bendita, la paloma aletea sobre el universo, éste se
alinea; es momento del frenesí, los
eclipses lo han marcaron. Con un susurro le grito a la quimera y la música no
suena esta noche, porque es un auguro funesto que viene devorando las profundas
heridas de la primavera.
Los ojos se nublan, las caricias
suspiran a la mística. Los cuerpos se tocan sin miedo. Falso es el lecho de las
amapolas. La virtud se manifiesta en la
calle, abarrotada de almas que sin saber buscan al andrógino perdido. Pero de
nuevo, se salen de control los zarpazos y los cielos han vuelto a herir al
felino. Tengo por necesidad que cerrar
la ventana, y la puerta y la reja, y la mente y todo lo que está alrededor
porque tres fantasmas inundan mi cama, tengo miedo no dormiré seguiré despierto
hasta que el alba florezca de nuevo de aquellas cenizas sangrantes que algún día
se llamaron estrellas.
S. Mars
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